LAS DOS ORILLAS El laberinto catalán

HASTA el próximo domingo, día 25, no se sabrá si hay salida en el laberinto catalán. Desde luego son algo más que unas elecciones. Pase lo que pase, habrá un antes y un después, que repercutirá en la política española. En estos momentos no se puede vaticinar nada. Las encuestas son imprecisas. Parece que Artur Mas no va a conseguir la mayoría absoluta para CiU. Pero eso no supondría un fracaso absoluto del independentismo, que puede llegar al 66% del Parlamento catalán con la presencia emergente de ERC, que crecería, y la irrupción de la CUP. Por lo demás, la fragmentación de tener hasta ocho partidos con opciones parlamentarias complica los restos de escaños y puede alterar los resultados de encuestas con un 3% de margen de error. 

Los últimos días de la campaña catalana se disputan con la navaja dialéctica. Habrá que ver la influencia de las acusaciones de enriquecimiento personal que se han vertido sobre Artur Mas, Jordi Pujol y otros distinguidos militantes de CiU. Si no se consigue probar de forma concluyente, es posible que no perjudique a Mas, sino que incluso le beneficie. Ya está diciendo que le han fabricado una acusación falsa desde Madrid para hundirlo, a modo de un chantaje, por defender la independencia catalana. El caso de las cuentas en Suiza ha salido en el momento oportuno, pero si no se prueba bien probado, la teoría del victimismo también puede funcionar. 

Está por ver hasta dónde crece ERC, a la que Mas ha favorecido con su fuga soberanista. Para independentistas, los auténticos, parece que piensan los más independientes. Está por ver hasta donde llega el desplome del PSC y quién consigue esos votos. Está por ver el auge de ICV y Ciutadans. Y si el PP avanza ahora o nunca en Cataluña. Y, por si no hubiera bastante, ha aparecido un nuevo grupo secesionista, la CUP, con opciones de rebañar los escaños del grupito de Laporta, que perdió la vez de ser el caudillo del independentismo. 

Pero están por ver muchas más cosas, que afectarán a la política española. Por ejemplo, si sigue Rubalcaba o no, después de lo que pase. Para ganar unas elecciones en España, el PSOE necesita a Cataluña y Andalucía como feudos. Desde la Transición han sido sus principales graneros de votos. Si el PSC no baja demasiado, Rubalcaba salvará los muebles de su despacho, pero una hecatombe lo pondría desahuciado en la calle Ferraz. Rajoy también se juega lo suyo, no crean, y no sólo por los intereses del PP, sino porque no puede pasar a la historia como el que desintegró España sin querer. 

Según los resultados, se puede acabar el café para todos de la Constitución. Veremos qué ocurre en la nueva ronda. También puede pasar que todo siga igual que ahora, o sea, sin arreglo.

FUENTES  http://www.diariodesevilla.es

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