Hoy, como ayer, Cataluña


Ayer a las doce de la noche se inicio oficialmente la campaña electoral en Cataluña. En realidad no es noticia alguna porque esta campaña se inició el mismo día en el que Artur Mas acudió a Moncloa a pedir a Rajoy lo que de antemano sabía que el Presidente no podía dar que no era otra cosa que el llamado "pacto fiscal". En ese mismo instante el presidente de la Generalitat, acuciado por una penosa situación económica -en parte herencia terrible y en parte mala gestión propia- encontró el argumento bastante para romper de manera prematura una legislatura realmente difícil pero con la que estaba comprometido por las urnas.
   En sus facultades está la disolución del Parlamento, pero unas nuevas elecciones no le van a librar -todas las encuestas le dan como ganador- de tener que afrontar los innumerables problemas que Cataluña, al igual que el resto de España, está viviendo y que esperan respuesta adecuada y urgente.
   Disuelto el Parlamento y con el "subidón" que al parecer le produjo la ya famosa manifestación del dia 11, Artur Más y con él su Gobierno y CiU optaron por subirse al caballo del independentismo aunque hasta la fecha este término no haya sido jamás pronunciado por el jefe del Ejecutivo catalán. Se habla de "emancipación", de "estructuras propias de Estado" y otros eufemismos en los que ya todos nos entendemos. Con este bagaje, Mas ha culminado_de momento_su peregrinaje por el extranjero y lo ha hecho con más pena que gloria.
   En paralelo va enfriando sus pretensiones y sus calendarios y así, en medio de la confusión, de una alentada reivindicación soberanista que solo conducirá a la melancolía, se inicia una campaña electoral que va a acaparar la máxima atención. Hoy, como ayer, Cataluña es protagonista sustancial de la vida política española y serán, son los catalanes los que tienen en sus manos el futuro de su propia comunidad autónoma.
   Los demás españoles no nos debemos desentender de lo que ocurra pero tampoco flagelarnos y ni, mucho menos, dramatizar en exceso. El día 26 las cosas serán distintas porque aún cuando gane CiU todo apunta a que este rebrote de independentismo se deshinchará porque al final de una manera u otra lo razonable acaba por imponerse.
   Lo razonable es aceptar y asumir que en buena parte de la opinión pública catalana existe un sentimiento concreto que siempre ha existido y que hay que respetar y con el que es necesario establecer las bases de una convivencia positiva con quienes no son independentistas. Estamos abocado a entendernos, máxime cuando la aportación de CiU ha sido más que definitiva para que la España de hoy sea la que es. Los nacionalistas de Mas no han sido ajenos a nuestra historia más reciente. La han escrito en primera persona en compañía tanto del PP como del PSOE y esa convivencia, esa entente ha sido positiva para todos. Ese sedimento de convivencia y entendimiento, quiérase o no, deja huella. Una huella profunda que ni Mas ni nadie va a poder borrar.
   Se inicia una campaña, además, en la que el PSC y con él, el PSOE en su conjunto, afronta una nueva prueba de fuego. Una campaña en la que la épica nacionalista tratará de inundarlo todo pero que cuando se apaguen las luces de los mítines la realidad ahora tapada por el supuesto sueño de una supuesta independencia que no se va a producir, se impondrá en toda su crudeza y volveremos a hablar de los centros de mayores poco y mal atendidos, de las plantas hospitalarias cerradas y de los miles y miles de ciudadanos catalanes que todos los días acuden a los comedores sociales.
   Lo terrible de todo esto no es que Mas apueste por la independencia aunque no lo diga. Lo terrible es que él y quienes le rodean saben desde el minuto que lo que plantean no es una estrategia sino un laberinto sin cartel de salida.

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