Análisis: Artur Mas y la saga Pujol se afanan en impedir que cale la realidad en Cataluña


Artur Mas se ha fijado el objetivo de una mayoría excepcional para estas elecciones del 25-N que para los nacionalistas tienen carácter plebiscitario. De hecho, el listón está en la mayoría absoluta: si no la lograra, la vehemencia soberanista quedaría seriamente tocada, aunque, como es de imaginar, la suma de CiU, ERC e Iniciativa la sobrepase con creces: para la familia Pujol, que mueve los hilos de Artur Mas y otros epígonos, sólo su propia opción es la genuina.
Según el último barómetro de la Generalitat (del Centro de Estudios de Opinión, CEO), Artur Mas lograría pasar la barrera de los 68 diputados en el Parlament, límite de la mayoría absoluta. CiU podría obtener hasta 71 escaños, más que en cualquier estimación realizada hasta la fecha. La horquilla en la que se moverían los convergentes estaría entre los 69 y 71 escaños, siete más que en las lecciones de 2010. Y el Partido Popular Catalán se convertiría en el principal partido de la oposición pasando de los 10 escaños actuales hasta los 19, y adelantando a un PSC que se quedaría con 15 escaños desde los 28 actuales.
La fiabilidad de este sondeo es simplemente nula, ya que CiU pondrá a todas las instituciones que controla al servicio de su causa, por lo que la encuesta dirá lo que convenga, no lo que se obtenga de la recogida de datos. Tampoco es creíble que ahora el 44,3 % de los catalanes se defina como independentistas, diez puntos más que en junio, en tanto el 25,5 % de los catalanes aboga por el federalismo y un 19,1 por continuar siendo una comunidad autónoma.
Según otra encuesta, la dada a conocer ayer por el CIS, CiU ganaría sin mayoría absoluta las elecciones en Cataluña al obtener 63-64 de los 135 diputados que componen su Parlamento, el PSC conseguiría 19 y el PP 16-17. Además, ERC lograría 17 escaños; 11, ICV-EUiA; 7, Ciudadanos y uno SI. Esta distribución parece mucho más verosímil.

Sentimientos sobre programas

Todo indica que la campaña electoral será decisiva, puesto que esta vez no se contrastan programas sino sentimientos, y éstos tienden a decantar y a racionalizarse a medida que el foco de seducción se separa en el tiempo de la sociedad que está en trance de ser arrastrada. En otras palabras, la campaña electoral debería permitir a los catalanes percatarse de que no son verdad los dos grandes axiomas que maneja con audacia el independentismo: ni España es la potencia expoliadora que ha sumido a Cataluña en la depauperación, ni la independencia representa la entrada en un admirable paraíso de prosperidad. Por el contrario, los vínculos históricos e intelectuales entre Cataluña y el Estado español son muy fuertes y la ruptura supondría un grave quebranto para ambas partes. A medida que cale la realidad ?y CiU hará todo lo posible para impedirlo-, es probable que cobren potencia las opciones centrales, que en este momento estarían representadas por el PSC, una formación desprestigiada y con un liderazgo muy débil que sin embargo debería recoger a los votantes que abandonen las posiciones extremas, la soberanista (CiU, ERC) y la recentralizadora (PP, Cs).
La campaña inteligente de los partidos estatales debería consistir en poner de manifiesto la evidencia, la débil consistencia del memorial de agravios que exhibe el nacionalismo (que no puede negarse pero sí colocarse en sus justos términos) y la aventura hacia lo desconocido que supondría la opción independentista en momentos en que la Eurozona camina a pasos agigantados hacia la integración, lo que podría colocar a una Cataluña independiente en una posición de tierra de nadie, como Kosovo en la actualidad. Sería en cualquier caso absurdo que, en tanto las instituciones centrales de Bruselas, controladas por la potencia hegemónica, acentúan su imperium, Cataluña quisiera liberarse de la bota española, convertida cada vez más en una liviana e inofensiva sandalia.
Fuentes  http://ecodiario.eleconomista.es

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