Discurso íntegro de Josep Antoni Duran i Lleida


Muchas gracias, señor presidente, señoras y señores diputados, y señor presidente del Gobierno.
Somos conscientes de que este es el debate del denominado estado de la Nación y que se sustancia consecuentemente con el presidente del Gobierno. Me permitirán, no obstante, señor presidente y señor Rajoy, un inciso en mi intervención. Usted hizo una alusión elogiosa al presidente Pujol. Si él hubiese estado en uno de nuestros escaños, habría pedido la palabra por alusiones y le habría dicho lo mismo que a otros dirigentes compañeros de su partido: que está harto de que se le hagan elogios ahora cuando no está en sus responsabilidades, y le habría recordado que esos elogios a su persona y a sus propuestas deberían haberse tenido en cuenta antes, precisamente cuando yo le entregué a usted un documento en el que se proponía, desde el Gobierno de la Generalitat y con todos los avales constitucionales de jurisprudencia, una serie de propuestas de autogobierno que impedirían seguramente que hoy estuviéramos en alguna parte del contenido de este debate.
Por otra parte y con todo el respeto, señor Rajoy, le diré, como veo que sigue sin entenderse alguna cuestión fundamental, que una vez más a lo largo de su intervención ha demostrado ser el principal espónsor de Esquerra Republicana de Catalunya, y consecuentemente, por lo que pasó antes y lo que pasa en el futuro y por tesis que ustedes consideran radicales, no se sientan usted o su partido ajenos en cuanto a responsabilidad a que ello sea consecuencia de lo que manifiestan.
El 15 de abril del año pasado, señor presidente, en esta misma Cámara se iniciaba el debate sobre la investidura del candidato a la Presidencia del Gobierno, y al día siguiente se concluía con la elección de usted, señor Rodríguez Zapatero, como nuevo presidente. Se trata, por tanto, y así orientará a este grupo mi intervención, de valorar y evaluar la acción del Ejecutivo durante este primer año transcurrido desde la fecha en que fue investido. Parece lógico, pues, escoger los contenidos del debate de su investidura y especialmente los compromisos contraídos ante esta Cámara por el señor presidente, para contrastarlos con lo que ha sido la realidad de su primer año de Gobierno.
Ciertamente, a la hora de hacer balance ni todo es tan idílico, como se desprende de las intervenciones del presidente del Gobierno, ni tan negativo, incluso apocalíptico, como pudiera deducirse de las posiciones del principal partido de la oposición. No obstante, hay algo que sí define a nuestro juicio, al menos este primer año, a su gobierno: su intensa retórica no ha ido acompañada de la concreción necesaria, de políticas específicas para dar respuesta a los retos y problemas del país. Uno de los avales de esta afirmación nos lo aporta la escasa actividad legislativa.
Si en los últimos años las Cortes han aprobado una media de 50 leyes anuales, en el año 2004 solo se aprobaron cuatro leyes ordinarias y dos orgánicas. Sí ha habido lo que unos dirán destrucción y otros reconstrucción de la última etapa del presidente Aznar: retirada de Irak, derogación del Plan Hidrológico Nacional, paralización de la Ley de calidad de la educación, iniciativas de poco coste económico -niños de la guerra, adopción y matrimonio entre personas de igual sexo, violencia de género- que en algún caso, no en todos, podemos compartir, especialmente en lo referido a la violencia de género. Si bien es cierto, señor presidente, que para que la reforma que lleva implícita la ley aprobada en esta Cámara sea efectiva, no puede ignorarse que exige la correspondiente dotación de medios humanos y materiales a la Administración de Justicia. También es cierto que en esta legislatura y en su primer año -que es el que estamos evaluando- se ha recuperado una cierta capacidad de diálogo extremadamente necesaria tras la última etapa de gobierno.
Pero si antes denunciaba la escasa iniciativa legislativa del Gobierno, ahora quiero sustentar la notoria revalorización de la vida parlamentaria. Este Gobierno ha comparecido para debatir decisiones que nunca antes fueron sometidas a iniciativa del ejecutivo a debate parlamentario. Su actitud personal, señor presidente, y la del Grupo Parlamentario Socialista también permiten que en la acción de control al Gobierno tengamos todos los grupos posibilidad de interpelarle directamente. Un simple dato revela el sentido político de lo que intento expresar, nunca jamás el anterior presidente del Gobierno respondió pregunta alguna formulada por el portavoz del Grupo Parlamentario de Convergència i Unió, aún siendo como era -y sigue siendo- dicho grupo parlamentario, el tercer grupo de esta Cámara. Por el contrario, usted señor presidente no ha dejado de contestar ninguna de las preguntas que este portavoz le ha formulado en las sesiones de control. Por tanto, justo es reconocer sus méritos y los de su grupo parlamentario en esta revalorización del Parlamento. Reconocer al Gobierno capacidad de diálogo y darle a su talante personal, señor presidente, condición de virtud necesaria aunque no suficiente, me permite recordar con mayor autoridad moral que en la mayoría de los pocos proyectos legislativos presentados por el Gobierno no ha mediado diálogo alguno, al menos con nuestro grupo parlamentario ni, en algunos casos, con los sectores sociales a los que afecta la ley, como puede ser la reforma del criterio de jueces en el seno del Consejo General del Poder Judicial, la ley de medidas urgentes para el impulso de la televisión digital terrestre y ya no digamos al margen de la posición de cada uno de nosotros, la ley que modifica el Código Civil en materia de derecho a contraer matrimonio. Por cierto, señor presidente, usted utilizó un argumento esta mañana que yo no puedo dejar de considerar -dicho con el máximo respeto- como altamente demagógico, de lo más demagógico que al respecto he oído en los últimos tiempos. Decía usted, señor presidente, en torno a la legalización del matrimonio entre personas de igual sexo que nunca entendería que se proclame el amor como fundamento de la vida y se niegue tan radicalmente el amparo, la comprensión y el afecto a nuestros vecinos, a nuestros amigos, a nuestros familiares y a nuestros compañeros. ¿Qué clase de amor es ese que excluye a quienes viven su sexualidad de modo distinto? Señor presidente, no es una cuestión de no tener amor o respeto al prójimo. Se puede estar en contra de que sea la figura del matrimonio quien regule la unión y los derechos de esas personas, y no por eso abandonar ese planteamiento que, insisto, nunca había oído por parte de ninguna persona al referirse a este debate. Un día de estos usted asistirá -así lo he leído en la prensa- al mitin acto final de la campaña del Partido Socialista francés respecto al sí, en cualquier caso al voto, en relación con la constitución europea. Explíquele usted al señor Jospin, al secretario general del Partido Socialista, señor Hollande, a la señora Ségolène Royal lo que acaba de explicarle a esta Cámara, porque sus compañeros tampoco deben sentir ese amor porque comparten exactamente las mismas tesis que comparto yo respecto al matrimonio entre personas de igual sexo. Más allá de estas observaciones, a nuestro juicio, no hay un Gobierno con capacidad de impulsar reformas modernizadoras en profundidad. Las reformas sobre el modelo de Estado están aún por definir: la modernización del estado de bienestar, la reforma inexcusable de la sanidad y la sostenibilidad de su financiación, el impulso del crecimiento económico de inversión, mejora de productividad y creación de ocupación de calidad; todas ellas están por tratar.
Todo ello es responsabilidad del Gobierno, aunque está claro que también lo es del dócil apoyo parlamentario que le sustenta con manifiesta incapacidad de influencia, en contra de las tesis sostenidas por el anterior portavoz tanto en el terreno de la política económica -debo decirle que en algún caso mejor que sea así- como en la manifiesta incapacidad de influencia en el terreno social o en el del autogobierno, lo que agrava extremadamente la responsabilidad de algún grupo parlamentario.
Usted mismo, señor presidente, lo ha dicho muy claro esta tarde, en esta sesión del debate sobre el estado de la Nación: por primera vez en su investidura se ha dado caso de que ha tenido los votos, sin que a cambio usted haya tenido necesidad de pactar absolutamente nada para Cataluña y por supuesto nada que tenga relación con la mejora de su financiación. Usted mismo lo ha recordado y ha avalado la docilidad de ese apoyo parlamentario. Con otras palabras lo decía también el vicepresidente del Gobierno, el señor Solbes, tras el debate presupuestario, con una terminología que no nos acaba de agradar aunque admito que alguna vez hemos incurrido nosotros en el uso de las mismas palabras. El señor Solbes decía que nunca en su condición de ministro habían negociado unos presupuestos y que jamás le habían salido tan barato.
En el debate de investidura hablábamos de la lucha contra el terrorismo, contra el de ETA y contra el de cualquier otro tipo, pero sobre todo contra el fundamentalismo islamista. Ya sé que a usted le gusta más hablar de terrorismo internacional. Nosotros preferimos llamar a las cosas por su nombre. En este debate nuestro grupo parlamentario planteará una vez más que ahora más que nunca es necesario que el pacto, que popularmente se conoce como pacto antiterrorista, suscrito por su partido y el Partido Popular sea actualizado. Recuerdo que le citaba en el debate de investidura a Gramsci en aquello de que lo viejo ya no sirve, lo nuevo todavía no existe. Hoy un año después de ese debate de investidura lo viejo es todavía más viejo y lo nuevo sigue sin existir.
En este terreno voy a hacerle tres consideraciones, señor presidente. La primera implica mi felicitación, y además muy personalizada, al ministro del Interior. Lo tengo escrito antes de su felicitación, que también he procedido a poner en evidencia esta tarde en esta sesión. Recuerdo que en el debate de investidura -y usted también lo recordará- fue uno de los nombres cuestionados por una parte de la oposición. En cambio su eficacia y su discreción, y a ello añado su predisposición al diálogo al menos al menos con nosotros, le configuran hoy por hoy y él lo sabe como un excelente ministro del Interior. Siempre hemos estado al lado de los ministros del Interior y siempre hemos estado al lado de esos ministros en la lucha contra ETA y contra el terrorismo en general. Lo estamos, pues, con el actual y felicitamos a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, así como a la ertzaintza y a los mossos d'esquadra por los avances que ha habido en la desarticulación de comandos tanto de ETA como del terrorismo islamista. Desde luego, señor presidente, nuestro grupo parlamentario no pone en duda la beligerante actitud del Gobierno frente a cualquier tipo de terrorismo. Ni de este Gobierno, ni de ninguno. Ni del Gobierno centro ni del Gobierno vasco, ni de cualquier otro Gobierno democrático.
La segunda reflexión -si me lo permite, señor presidente- va ligada irremediablemente a lo que antes le comentaba, es decir, a la situación de la necesidad de replantearnos, o mejor dicho de replantearse usted y su Gobierno, la formulación del denominado pacto antiterrorista en los términos actuales. Un pacto entre PP y PSOE en esta materia -y hoy se ha puesto en evidencia- es un pacto de pocos y mal avenidos. ¿No cree, señor presidente, que ha llegado la hora de plantearse un nuevo pacto ante una nueva realidad? ¿No cree que hoy no hay razón alguna para que se impida, sino todo lo contrario, incluir en él a todas las fuerzas políticas democráticas con representación parlamentaria en este Congreso? Señor presidente, si cree que alguien no debería estar, díganos quién y díganos por qué razones. ¿O es que sólo servimos para un pacto contra el terrorismo internacional y en cambio no servimos para un pacto contra ETA? Al amparo de estas preguntas permítame que le recuerde que todos aquellos que no estamos en el pacto antiterrorista -porque ustedes, PSOE y PP, no quisieron- hemos tenido un comportamiento mucho más ejemplar y con mayor sentido de Estado en la comisión que investiga los atentados del 11 de marzo que el que hayan podido mantener los firmantes del pacto antiterrorista, más preocupados por la confrontación política y por el interés partidario. Aunque debo ser justo, señor presidente, y remarcarle que unos más que otros.
Acabo con este apartado haciendo referencia a todo ese conjunto de rumores acerca de presuntas o posibles conversaciones con el entorno de la antigua Batasuna. El Partido Popular ha hecho y seguirá haciendo, no lo dude -estoy convencido de que no lo duda-, de esta cuestión un elemento básico de confrontación política. El debate de hoy da buena cuenta de ello.
Señor presidente, quiero recordarle cuál es nuestra posición. Con ETA no puede hablarse sino media un cese de la violencia, si no media condena expresa de la misa y si no media, por tanto, también el abandono de las armas. Y punto. Eso no se ha producido y, por ende, la lucha contra ETA en todos los terrenos no debe cesar y sé que su Gobierno no tiene intención alguna de hacerlo. Sólo un insensato y, desde luego, con malas intenciones, podría afirmar eso.
Y aquí podríamos concluir, señor presidente, pero sería absurdo que de cualquier experiencia ajena y de los intentos protagonizados en España por todos los gobiernos, de todos los colores, sin excepción, no extrajéramos alguna conclusión añadida. Ustedes sabrán qué pueden y qué deben hacer. Como reza el Eclesiastés, hay un tiempo para cada cosa y una cosa para cada tiempo. Es algo que está en sus manos, pero que deben compartir con otros y especialmente con el Gobierno democrático vasco. Eso sí, si me lo permite, le daré un consejo: cuanto menos hablen mejor, y una humilde recomendación: discreción y prudencia. La esperanza de la paz debe mantenerse viva. Hagan todo lo que esté a su alcance para conseguirla. Una sola vida humana justifica mantenerla, pero ya le dije que ustedes sabrán lo que se traen entre manos. Con nosotros no han compartido información. Sí lo hizo, -al menos en parte, como se ha visto-, con el señor Rajoy, el 14 de enero del año en curso; valore, pues, aquella sentencia de Séneca "no es porque las cosas sean difíciles, que no osamos, es porque no osamos porque las cosas son difíciles". ¿Ha llegado el momento de ser osados? Usted lo sabrá, señor presidente. Repito que este grupo parlamentario no está en condiciones de dar respuesta a esa pregunta.
Conscientes, como decía en el debate de investidura, de que a partir del 11 de septiembre neoyorquino y del 11 de marzo madrileño, y recordando una vez más a las víctimas de estos atentados terroristas y del terrorismo en general, especialmente a sus familias, decíamos que la política exterior y en particular la cooperación internacional y el diálogo son fundamentales para encontrar una respuesta europea y global que aún no tenemos ante el nuevo terrorismo islamista. Por tanto, ahora quisiera valorar la acción exterior de este Gobierno.
Usted ha retirado las tropas de Iraq de acuerdo con su compromiso electoral, reiterado en el debate de investidura. Nada que objetar. Sabe, señor presidente, que tuvieron nuestro apoyo por compartir tal decisión. No obstante, le decía en el debate de investidura que el grave error de su antecesor en la Presidencia del Gobierno le ofrecía a usted una gran oportunidad que debía aprovechar con audacia que la acción política a menudo exige. Creo sinceramente que no supo aprovecharlo. No sólo eso, sino que la retirada de las tropas de Iraq fue acompañada de una serie de declaraciones y de gestos que acabaron de entorpecer las necesarias buenas relaciones con Estados Unidos.
No hay que tener una relación sumisa con Estados Unidos, pero hay que tener una relación cuanto más fluida, mejor. Me constan los esfuerzos del Gobierno, de los ministros de Exteriores y de Defensa para recomponer la relación, y espero que la Administración norteamericana también aporte lo que debe de su parte para restablecer la normalidad. Cuando así sea, el papel de su Gobierno será mucho más relevante, aprovechando sus capacidades de actuación en áreas, por ejemplo, como la de Oriente Medio. Insisto, no se trata necesariamente de coincidir con los norteamericanos, pero sí de que existan canales fluidos de comunicación y diálogo político para que se puedan entender mutuamente las posiciones de unos y de otros aunque no se compartan. En ese sentido, creo que no ha sido acertado el planteamiento dado a las relaciones con Venezuela, pero de ello se ha debatido suficientemente como para no insistir, al menos que el presidente del Gobierno lo considere necesario.
Otro cambio en la política exterior que ha merecido la crítica en ocasiones por parte de la oposición, ha sido respecto al vecino Marruecos. Nosotros compartimos y siempre enjuiciamos muy positivamente su viaje y el de SS.MM., del Jefe de Estado, por tanto, a Marruecos. No compartimos otra posición que la de valorar y, en cualquier caso, apoyar esa visible y necesaria mejora de las relaciones con el reino Alahuita. Pero es en el escenario europeo, señor presidente, donde su Gobierno más ha proyectado ese cambio de actitud.
Hemos tenido debates suficientes para que resulte superfluo abundar ahora en nuestras coincidencias en la nueva orientación de nuestra política en el seno de la Unión Europea. Permítame que le insista, no obstante, en relación con la negociación sobre el nuevo marco de financiación de la Unión para los próximos años. Sabe que consideramos, y así se lo dije entonces -creo que fui el único que se lo comentó-, un grave error de negociación que en el Consejo de primavera se resolvieran las demandas de Francia y Alemania sobre la adecuación del Pacto de Estabilidad. Esa era y es, a nuestro juicio, una carta que debiera guardarse para proteger nuestros intereses para que no se retiren de golpe los fondos europeos y además los mantengan también para las regiones objetivo 2, es decir, también para Cataluña, para Aragón, para Baleares, para Madrid, etcétera. Me gustaría conocer, por tanto, señor presidente, el estado de las negociaciones. Sabe usted que tiene el compromiso de este grupo parlamentario de no emitir un juicio final y no hacer una valoración definitiva hasta que no se conozca el resultado de esa negociación, pero nos gustaría conocer, señor presidente, el estado de la misma. Nos gustaría conocer si defiende también esa gradualidad a la hora de retirar los fondos europeos para las regiones objetivo 2 y no solamente para las regiones objetivo 1. Nos gustaría conocer cuál es la posición, a su juicio, que mantienen Alemania y Francia, si realmente van a apoyar o no van a apoyar esas posiciones del Gobierno. Y no vea, señor presidente, en estas referencias ninguna obsesión antifrancesa o antialemana. A menudo, en los últimos debates en esta Cámara ha aparecido a veces una cierta obsesión antifrancesa, especialmente. Jamás hemos apoyado dar lecciones de economía a los alemanes y por supuesto nunca, nunca se nos ha pasado por la cabeza decirles que se metan los marcos, ahora los euros, donde les quepan; al revés, hemos reconocido y agradecido tantas veces como hemos podido el importante esfuerzo que Alemania ha hecho en el terreno de la solidaridad y entendemos que ahora Alemania replantee, a los que hace años venimos recibiendo -España- en nombre de la solidaridad, que obtengamos menos de lo que hemos venido haciendo. Estoy convencido, señor presidente, que cuando decía que jamás hemos dicho o se nos pasó por la cabeza decirles que se metan los marcos, ahora euros, donde les quepan, ha percibido en estas últimas palabras alguna alusión que va más allá del caso europeo y de los mecanismos de solidaridad en la Unión Europea.
En el debate de su investidura hablamos de autogobierno, de que el Parlamento catalán elaboraba una propuesta de nuevo estatuto, de si usted mantenía el compromiso de apoyar el Estatuto de Autonomía de Catalunya tal y como lo aprobara el Parlamento catalán; incluso le sugería terrenos donde podíamos pasar de las buenas intenciones, de las palabras a los hechos. Recuerdo haberles citado el cumplimiento de la sentencia -que por cierto sigue sin cumplirse- del Tribunal Constitucional sobre la transferencia del Forcem a las comunidades autónomas, el retorno de los documentos de los archivos de Salamanca -después hablaré de ello-, el no inmiscuirse en el ámbito internacional de cara a posibles reconocimientos de selecciones deportivas, una más de la larga lista de asignaturas pendientes que tiene con Catalunya.
Si me lo permite, señor presidente, le recordaré la actitud de su Gobierno en diversos ámbitos para valorar su compromiso autonomista, lógicamente siempre desde la perspectiva de este grupo parlamentario. Empezaré valorando su actitud acerca del reconocimiento de las lenguas distintas al castellano en la Unión Europea. Finalmente se escogió el camino que desde este grupo parlamentario, desde esta misma tribuna, se propuso desde el inicio de este debate. Ahora le toca a usted culminarlo. Al hablar del reconocimiento de las lenguas que no sean el castellano en la Unión Europea, muy distinta es esa actitud, señor presidente, de la que mantienen en relación con el uso de esas mismas lenguas en las instituciones del Estado y en particular en esta misma Cámara, el Congreso de los Diputados.
Quisiera reproducirle, con el permiso del señor Erkoreka, la respuesta que le dio a una pregunta que él le formulaba sobre el uso de lenguas distintas al castellano en la Cámara. Contestaba el señor presidente, textualmente, lo siguiente: "Es el Reglamento el marco adecuado para una regulación nueva, distinta, en relación con el uso de las lenguas en esta Cámara." Pues bien, señor presidente, siendo como debe ser el Reglamento el marco adecuado y estando de acuerdo con tal afirmación, y respetando por supuesto la autonomía del Congreso, usted, señor presidente, no puede permitir que su grupo parlamentario niegue en este hemiciclo lo que usted defiende en Europa. ¿Qué coherencia puede haber cuando se defiende que el catalán, por ejemplo -no simplemente el catalán-, sea lengua oficial en Europa y se niega que lo sea en este Congreso? ¿Qué razón o qué razones existen para justificar tal incoherencia? ¿Puede usted, señor presidente, explicar si existen esas razones?
Recordándole actitudes positivas que valoramos en el terreno autonómico es justo referirnos también a la posición de su Gobierno en lo que hace referencia a la presencia de las comunidades autónomas en los organismos de la Unión Europea. Y aun no habiéndose ultimado el proceso, cosa que se está haciendo con más retraso de lo previsto, no puedo negarle su actitud positiva ante la devolución de los papeles de Salamanca. Evaluaremos definitivamente esa actitud cuando sea una realidad. No es que no confiemos en ello, pero recordamos que ya el Partido Socialista Obrero Español lo aprobó en Consejo de Ministros en el año 1995, tras pactarlo con Convergència i Unió, y después no pudo aplicar sus propias decisiones.
A partir de aquí, el Gobierno y su grupo parlamentario han sido contrarios -y entro en la parte negativa del análisis de su actitud autonómica- a la transferencia de medios personales, materiales y funcionales en materia de gestión de aeropuertos, a la transferencia de las competencias de gestión del dominio jurídico marítimo-terrestre correspondiente a la ribera del mar y a paseos marítimos y a la transferencia de aquellas carreteras, que desgraciadamente en el caso de Cataluña son pocas, que a causa de la construcción de autovías nuevas dejan de tener la función principal que venían desarrollando.
Han rechazado, señor presidente, proposiciones de ley emanadas del Parlamento catalán, elaboradas allí con el voto socialista, hasta llegar al extremo, caricaturizando esas actitudes, que marca una relevante distancia entre las palabras y los hechos de que ni tan siquiera han aceptado que los permisos de navegación por aguas bravas en los Pirineos de Lleida pudieran ser expedidos en el propio territorio.
Vayamos, no obstante, al grueso de este debate en lo que hace referencia al balance autonómico, eso que algunos consideran que ha provocado alarma social y que hoy mismo, en el transcurso de la sesión parlamentaria, se ha puesto en evidencia nuevamente en términos parecidos. No voy a reproducir aquí el debate sobre la elaboración del nuevo Estatuto catalán, sería una falta de respeto al Parlamento catalán, que es al que le compete de acuerdo con los propios mecanismos de reforma estatutaria establecidos en el artículo 56 del Estatuto vigente. Sí, en cambio, nos parece necesario abordar aquellos extremos de este debate ante los cuales ha habido un pronunciamiento del Gobierno que usted preside e incluso suyo en particular. Usted sabe, señor presidente, que en Cataluña, excepto el PP, las fuerzas políticas parlamentarias defendemos que el nuevo estatuto incluya también un nuevo sistema de financiación. Hoy, señor presidente, no le sirve aquella respuesta que me dio a una pregunta en una sesión de control, cuando ya no tenía derecho a réplica, diciendo: me preocupa más la actitud de Convergència i Unió que la actitud que pueda mantener este Gobierno. No; estoy hablando de que en Cataluña todas las fuerzas políticas parlamentarias, excepto el Partido Popular, desean y sostienen, al menos hoy por hoy, que el sistema de financiación esté incluido en el nuevo Estatuto de Cataluña. Al respecto, señor presidente, el Gobierno de Cataluña -usted hizo referencia a ello- ha presentado una propuesta que no vamos a debatir en esta Cámara ni en este trámite, pero sí el trasfondo político que todo debate sobre la financiación de Cataluña provoca, ahora y antes. Usted, señor presidente, hizo referencia a ello en respuesta al señor Rajoy. Voy a insisitir, y voy a insistir concisamente, atendiendo responsablemente a lo que hay detrás de las palabras que en este momento voy a pronunciar. Cuando en 1992 empezó la discusión con el Gobierno socialista sobre la cesión del 15 por ciento IRPF, es cierto que el señor Arenas habló ya del gran problema que provocaría de desvertebración de España. No es menos cierto que el señor Rodríguez Ibarra hablaba exactamente en los mismos términos y que, además, añadía que ese era el coste que se pagaba por apoyar los presupuestos del Gobierno socialista con los votos de Convergència i Unió. Nada nuevo cuando, en 1996, con el PP, se aplicaba la cesión del 30 por ciento. Entonces, al PP todo le parecía razonable. Como usted indicaba, no había ningún problema de desvertebración de España, no se acababa esa España que tan en peligro hemos puesto a lo largo de estos años. Sí el señor Rodríguez Ibarra hablaba de que produciría una solidaridad interterritorial tipo -decía- limosna del Domun, y el presidente Chaves, presidente del Partido Socialista Obrero Español -por tanto, no es simplemente el Partido Popular, también ustedes utilizan este lenguaje cuando les conviene-, decía que era el sapo más grande que ha tragado el Partido Popular, si no no tenía gracia y menos daba votos, a cambio de recibir los votos en este Parlamento de los catalanes para aprobar los presupuestos y para que pudiera gobernar entonces el Partido Socialista.
Ahora de nuevo, señor presidente, la misma canción. ¿ Es mucho pedir a esta Cámara, a los responsables políticos de los diversos partidos estatales que tengan y hagan un esfuerzo de objetividad? Antes, señor Rajoy, permítame que haga referencia a alguna de sus intervenciones. ¿ Se va a debilitar y es justo explicar a la ciudadanía española que se va desvertebrar España porque se anuncie un proyecto de ley - no acabamos de estar de acuerdo en todo con él- y que, según se ha dicho, establezca 17 sistemas judiciales distintos? ¿ Es que se han desmembrado los Estados Unidos, es que no existe una unidad patriótica en Estados Unidos, que cuenta con 52 sistemas judiciales distintos, que incluso aplican códigos penales distintos? ¿ Es que le ha sucedido algo a Estados Unidos porque tengan un sistema judicial distinto para cada Estado? Por qué no explicar de una vez por todas a la opinión pública y no engañarla que no por eso se va a desmembrar España. ¿ Se utilizará el artículo 150.2? Señor Rajoy, los únicos que hemos utilizado el artículo 150.2 han sido ustedes y nosotros. Y usted siendo presidente de la Comisión de traspasos y yo siendo presidente de la Comisión de traspasos catalana, a partir del artículo 150.2, transferimos a Catalunya las competencias de tránsito a los mossos d'esquadra. Los únicos que hemos utilizado hoy por hoy el artículo 150.2 somos ustedes y nosotros. Usted y yo negociamos, al margen de la negociación del ministro del Interior y de la conselleria de interior, ese traspaso basándonos en la aplicación del artículo 150.2. ¿Por qué señalar ahora lo grave que sería para España que se utilizara el artículo 150.2 cuando en una ocasión concreta, la única de la historial constitucional española, se ha hecho uso de la misma a partir de la relación del Gobierno del Partido Popular con Convergència i Unió? ¿Quieren que hable de la Administración única a la que ustedes se oponen? ¿ Aparte de nuestro grupo parlamentario y, en cualquier caso, popularmente quién aparece como autor de la propuesta de la Administración única? El presidente de Galicia, presidente de honor de su partido.
Hoy todo el mundo habla en nombre de Catalunya, todo el mundo la respeta, todo el mundo dice defenderla y que existe una Catalunya que no es exactamente la que representan determinadas fuerzas políticas. Quiero recordar otra vez a la Cámara que hoy aquí, hasta que no se demuestre lo contrario, todos, menos los seis diputados del Partido Popular, es decir, los 41 restantes diputados que están elegidos en representación de Catalunya, defendemos que se incluya en el estatuto ese sistema de financiación. ¿ Qué ha pasado, por tanto, durante estos años cuando se han aplicado esos acuerdos con Convergència i Unió? No solamente no se ha desvertebrado España, sino que tanto el PSOE como el Partido Popular han colaborado con Convergència i Unió y no han renegado de su colaboración. La han utilizado cuando eran oposición, pero no han renegado cuando han necesitado de nuestros votos. ¿Por qué no acabar de una vez por todas, por qué no explicar, insisto, a la opinión pública española que no se desvertebra el Estado y que la colaboración del nacionalismo democrático ha sido buena para el conjunto de la sociedad? No solo no se discriminaba, señor presidente, y usted lo sabe bien y hay que explicárselo a la ciudadanía, sino que los acuerdos de financiación bilaterales con Convergència i Unió no discriminaban al resto de comunidades autónomas, sino que de ellos, de nuestra negociación se veían beneficiadas todas las comunidades autónomas. ¿Por qué se aprobó en esta Cámara la deuda histórica de Andalucía? ¿De dónde provenía la deuda histórica o es que provenía de la financiación de la sanidad? Han explicado que no, que provenía de lo que era la deuda pendiente por un acuerdo de financiación que en su día no aceptó Andalucía y que nosotros habíamos negociado. Por tanto, ¿es mucho pedir, señor presidente, a su partido, a su Gobierno y especialmente al partido de la oposición que no jueguen más con nuestras propuestas? Porque son precisamente ustedes los que crean alarma social. No es justo y no hacen ningún bien a esa España que dicen defender que primero enciendan, hagan de pirómanos y después se presenten como bomberos diciendo que hay alarma social en el país por propuestas que nacen del Parlamento, del Gobierno de Cataluña o de cualquier fuerza política catalana. Estamos hartos, señor presidente, si me lo permite, de que se nos presente siempre poniendo la mano con la intención de expoliar al resto de comunidades autónomas. ¿Es mucho pedir, señor presidente y señor Solbes, que se explique que lo que propone ahora el Gobierno de Cataluña no es más que la ampliación de un sistema vigente en la actualidad, pactado con Convergència i Unió en el año 2003 cuando el Partido Popular tenía mayoría absoluta? ¿O es que ahora no participa Catalunya en el 33 por ciento del IRPF o es que no participa del 40 por ciento de los impuestos especiales o es que no participa del cien por cien de los impuestos cedidos o es que no participa del 33 por ciento del IVA? Por tanto, mayor porcentaje por la continuidad de un mismo sistema.
¿Se ha desvertebrado España, se ha roto la solidaridad con este sistema de financiación? No, rotundamente no, todo lo contrario, lo único que está sucediendo ahora es que Cataluña crece por debajo de la media española, que está en la cola del crecimiento económico de las comunidades autónomas, que hay un déficit de infraestructuras por subsanar. Por eso presentamos nosotros la propuesta de un plan Cataluña para infraestructuras, porque más allá de que las necesite Galicia, de que las necesite Extremadura y de que existan planes para esas comunidades autónomas, también las necesita Cataluña. Lo único que hay es que, más allá de la parálisis provocada por el tripartito, el déficit de infraestructuras, de inversión pública del Estado en definitiva y el déficit fiscal es lo que está lastrando las posibilidades de crecimiento de nuestro país. ¿Es mucho pedir que se explique pedagógicamente esta realidad a los ciudadanos españoles? ¿O prefieren ir compitiendo por los votos a costa de desfigurar la realidad de Cataluña? Nosotros -hablo en nombre de Convergència i Unió- proponemos un sistema de financiación distinto al del Gobierno catalán, pero ni unos ni otros tenemos pretensión alguna de dejar de ser solidarios. Para no dejar de serlo, conviene en primer lugar que se conozca el actual nivel de solidaridad, que se publiquen las balanzas fiscales de una vez y que se explique claramente, tal como se establece por ejemplo en Alemania, que tantas veces ha sido expuesto desde estos bancos como el gran ejemplo y se ha dicho que en España había un mayor grado de descentralización, que el Tribunal Constitucional alemán, como consecuencia de un recurso planteado por länder ricos, manifiesta en la sentencia que no es admisible un déficit fiscal superior al 4 por ciento en tanto que si es superior limita las posibilidades de crecimiento de un länder alemán y por tanto de una comunidad autónoma en nuestro caso. Convergència i Unió hace una propuesta concreta que defiende y defenderá en Cataluña y en su día cuando convenga en este Parlamento. Deseamos que el conjunto de la sociedad española prospere, deseamos que exista progreso y bienestar en Andalucía, en Extremadura, en Galicia, en Castilla-La Mancha, pero tenemos derecho a defender que también los extremeños, gallegos, andaluces o castellanomanchegos que viven en Cataluña y que son catalanes como los nacidos allí, también ellos tengan garantizado su progreso y su bienestar. Y para garantizar el progreso y bienestar de las personas que viven en Cataluña hoy se necesita un cambio en el sistema de financiación que implique una reducción de nuestro déficit fiscal. Defenderemos, por tanto, contra la oposición de su Gobierno y la del PP, que nuestro sistema se incluya en nuestro estatuto. Para nada es inconstitucional, señor presidente, defender que nuestra financiación esté incluida en nuestro nuevo estatuto, para nada, cómo va a serlo si el estatuto hoy vigente, aprobado después de la Constitución, ya establece en su título III y en artículos concretos a partir del 45 exactamente el principio de bilateralidad y las condiciones que determinan los recursos y la gestión por parte del propio Gobierno de la Generalitat. Nuestro estatuto no hace referencia ninguna a la LOFCA, otros estatutos sí. La LOFCA es posterior a nuestro estatuto y la LOFCA es una ley orgánica del mismo rango si se quiere desde esta perspectiva jurídica que el estatuto de autonomía con una gran diferencia que avala el Tribunal Constitucional y también la doctrina. Y cito entre otros a García de Enterría por el valor que tiene respecto a su intervención en la ley de la LOAPA, y es que mientras la Ley Orgánica de financiación de comunidades autónomas (LOFCA) solo debe ser aprobada por el Parlamento, el estatuto de autonomía, siendo también ley orgánica, no simplemente requiere la aprobación del Parlamento sino que requiere también el referéndum del pueblo de Cataluña. Es a partir de este derecho que usted y su Gobierno nos niega cuando con todo respeto afirmamos que usted -después hablaremos de ello, si quiere- ha traicionado su compromiso con Cataluña. Señor presidente, tanto en su campaña electoral como el día que asistió a la toma de posesión del presidente Pascual Maragall, como más tarde, manifestó: apoyaremos el estatuto tal como lo elabore el Parlamento catalán. Hoy mismo ha recordado ese compromiso con dos condiciones, que siguiera el procedimiento previsto al efecto (lo está siguiendo el caso catalán) y que al mismo tiempo tuviera consenso. Nunca aclaró si se refería al consenso en el Parlamento catalán o en el Parlamento español. Pero es que en la medida en que usted rechaza que en el estatuto se incluya el sistema de financiación como apoyamos el conjunto de fuerzas políticas nos está diciendo que ya no apoya cualquier estatuto sino que apoya un estatuto que de entrada no cuente en su articulado con el sistema de financiación, por tanto, insisto, es una afirmación muy distinta de lo que en principio usted había establecido.
¿Sucederá, señor presidente, como está ocurriendo con la Carta de Barcelona? Se comprometió a que antes de acabar enero tendríamos el proyecto aprobado por las fuerzas políticas catalanas para rectificarlo. Pasó enero, febrero, marzo, abril, está acabando mayo y todavía no hay Carta de Barcelona. ¿Sucederá lo mismo que con aquella promesa electoral en la que se regala el Castillo de Montjuich y después se ponen condiciones para el regalo?
No sabe, señor presidente -y usted sabe que nos gustaría que eso pudiera ser cierto-, cuánto nos gustaría oírle de nuevo explicitar su compromiso con el estatuto, tal como salga del Parlamento catalán. Y, por tanto, con la inclusión de su sistema de financiación, tal como defiende el Gobierno tripartito de Cataluña desde el Pacto de Tinell y, por supuesto, Convergència i Unió. Nada me complacería más, señor presidente, que poder rectificar y pedirle disculpas por mi acusación de haber roto su compromiso.
Señor presidente, su Gobierno, esta Cámara y la sociedad española conocen de sobra que nuestra preocupación no es simplemente la del autogobierno, sino que también hemos puesto de relieve nuestras preocupaciones sobre otras cuestiones. Yo no voy a extenderme en el tema de la inmigración, pero no comparto su valoración positiva sobre el proceso de inmigración. No me pregunte si tengo alternativa. Quiero y deseo que las personas que puedan ser legalizables lo puedan hacer, pero con lo que no estoy de acuerdo es con que se anuncie un proceso de regularización de antemano y que no se refuercen los medios de control, como yo le pedí incluso cuando le solicité que suspendiera el acuerdo de Schengen y además no puedo olvidar que los países europeos han clamado en contra de ese proceso de regularización.
Nos preocupa también, señor presidente, la educación. Recordará que yo insistí, y fue la primera interpelación que hice en esta Cámara, en la necesidad de un pacto escolar. Ustedes han remitido a las organizaciones escolares y a los sindicatos un proyecto, sin duda, buscando ese diálogo, pero no han sabido escuchar las propuestas que desde esas organizaciones les están formulando. Nos preocupa el texto que ustedes han presentado como anteproyecto, nos preocupa no simplemente porque altera las competencias estatutarias de Cataluña, sino porque altera los derechos y libertades que establece el artículo 27 de la Constitución.
Quisiera citar nuestra preocupación respecto a la seguridad vial, pero en la medida que ya la hemos explicitado en tantos y tantos debates y teniendo en cuenta la premura que me establece la presidenta de la Cámara debo dejar para otro día esa aportación.
Quiero hacer alguna referencia a la política social. Convergència i Unió siente un sabor agridulce. Estamos satisfechos de haber impulsado algunas medidas sociales, pero sentimos la insatisfacción de que todavía no se reconozcan algunos de los derechos que las constituciones clásicas de mitades del siglo XX reconocían, y que conste que no es solo culpa de su Gobierno, sino que España tiene un retraso en ello. Espero que no nos ocurra que a fuerza de mirar los derechos de las constituciones del siglo XXI dejemos de garantizar los derechos que reconocían las constituciones del siglo XX.
Quisiera hablar algo de economía, pero no tengo tiempo. Permítame un par de apreciaciones. Es cierto que la economía va bien, que el empleo crece, pero las expectativas, señor presidente, señor Solbes, ustedes saben que son preocupantes como mínimo y que no se puede echar las campanas al vuelo y decir que aquí todo va bien. Hay señales evidentes de alarma que padece nuestra economía, desde que el ritmo de crecimiento de la economía no es el que debería deducirse del ritmo de crecimiento del empleo, pasando por el déficit comercial, agravándose la diferencia entre exportaciones e importaciones, sabiendo que la inflación en España es 1,1 superior a la media europea, lo que dificulta la capacidad de competitividad, sabiendo que la internacionalización es otra alarma en la medida que las exportaciones no crecen como las importaciones, sabiendo que es cierto que hay otros países como Alemania, que crece menos que España, pero que lo hace a partir de un producto industrial determinado y, en cambio, nosotros tenemos algunos sectores francamente en crisis.
Me consta, señor presidente, que un día de estos va a recibir al sector textil. El ministro de Industria conoce bien la situación de ese sector. Apoyamos la solicitud del Gobierno de que la Unión Europea aplique la cláusula de salvaguarda respecto a las importaciones de China, que van a afectar a centenares de personas no solo de Cataluña, donde hay un desarrollo importante de esta industria, sino también de Galicia, de Valencia o de alguna de las Castillas.
Apoyamos, por tanto, esa medida del Gobierno, pero solicitamos que el mismo tenga a bien aportar a estas Cortes o aprobar en cualquier caso desde el Consejo de Ministros un plan de mejoras que consideramos urgente que palie las medidas, que suavice los ajustes sociales que serán necesarios en ese sector como consecuencia del impacto de las importaciones de China.
Podríamos hablar de lo que se dedica al I+D+I y vuelvo al sector textil. Señor presidente, si hemos, y no simplemente durante este Gobierno, ayudado con muchísimos centenares de millones a resolver la crisis de sectores públicos, ¿por qué no se puede destinar una cantidad mucho menor a resolver la crisis de sectores privados, como es el caso, por las razones conocidas, del sector textil? Y hablando de ayudas, le agradezco la preocupación de este Gobierno -no se preocupe, que estaremos detrás de ella- por lo que se refiere a la afectación de la sequía. Los de mi pueblo y muchas comarcas de Lleida se van a alegrar de que realmente se pueda ayudar a los agricultores, que se verán afectados en su cosecha por una situación nada positiva de este año. I+D+I. Cómo se está tratando el sector farmacéutico, otro sector importante en la economía catalana, es una buena muestra -insisto- de que este Gobierno debe adoptar medidas urgentes en lo relativo a la política económica y fiscal. ¿Cree, señor presidente, que los apoyos parlamentarios están en condiciones de avalarle las medidas económicas y fiscales que necesita este país? ¿Cree sinceramente que están en condiciones de avalar las reformas laborales que necesita para garantizar la productividad y la competitividad de nuestros sectores productivos? ¿Están dispuestos a rebajar el impuesto sobre sociedades? ¿Están en condiciones políticas de mejorar la fiscalidad de los beneficios no distribuidos, de gran importancia para las pequeñas y medianas empresas? Estos y tantos otros interrogantes, señor presidente, quisiera plantearle. No obstante, acabo, señora presidenta, con una reflexión final. Usted, señor presidente, ya no está en la oposición, está legítimamente instalado en el Gobierno. Ya no puede gobernar solo con sus ideas. En su primer año ha demostrado su talante, condición necesaria, pero no suficiente para gobernar. Ahora entiende a este grupo, que le toca complementar su talante con una acción de gobierno sólida que vaya más allá del programa de partido, que busque la integración y que garantice estabilidad -y no hablo solo de la aritmética- y genere confianza y sobre todo que sea más realista, señor presidente.
Permítame que acabe con una cita de Josep Plá que después ofreceré a la Cámara traducida al castellano. [Duran pronuncia unas palabras en catalán, que aquí se ofrecen ya traducidas] "En España", decía el escritor ampurdanés "un gobernante no es más que un opositor momentáneamente triunfante que aplica y realiza sus ideas de oposición. Esto explica por qué en España no se gobierna nunca por alguna cosa o por algo, sino que se gobierna siempre contra alguna cosa. No se gobierna nunca integrando, sino diferenciando." Rompa, señor presidente, esta maldición y seguro que no simplemente esta Cámara, sino el país se lo agradecerá.
Muchas gracias, señor presidente. Muchas gracias, señora presidenta.

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