Catalunya-España, encuentros y alternativas

Diputada del PSC en el Parlament de Catalunya y exconsellera de Salut (2003 - 2010)
Debemos saber analizar, objetivar, interpretar y comprender las causas que han favorecido la desafección y el profundo desencuentro entre Catalunya y España. Si cada uno se encierra en su torre de marfil abrazado a sus razones, a sus negaciones y a su emocionalidad, nunca encontraremos caminos de diálogo que puedan encauzar soluciones, las que sean, pero en cualquier caso racionales.
Aprender a copiar y saber adaptarnos  a la actitudes de Canadá respecto del Quebec o del Reino Unido para con Escocia podría ser un buen inicio para la construcción de puentes entre ambas partes. Paradójicamente, la construcción europea y su propia crisis de gobierno en manos de los Estados (en manos de algunos más que otros) alimentan los nacionalismos en los territorios.
La grave situación económica y social en España y también en Catalunya alienta y no minimiza el hecho catalán; al contrario, lo magnifica.
La transición y la recuperación democrática  permitieron el regreso del president Tarradellas. La Constitución y el Estatuto del 1979 nos otorgaron el autogobierno. El president Pujol pactó durante 23 años con los gobiernos de España, con regateos cortos y aquella encíclica tan pujolista: "El peix al cove". Y fue un gobierno de izquierdas, liderado por el President Maragall, el que inició, con el Estatut del 2006, un largo y angosto camino hacia un nuevo encaje de Catalunya en España.
Probablemente, y con la perspectiva  actual, escogimos ese camino, el de un nuevo Estatut, porque nadie revisó a finales del siglo pasado, en plena construcción europea, una Constitución y un modelo territorial que habían quedado desfasados.
El tumultuoso camino de un nuevo modelo de financiación, la campaña anti catalana del PP y la sentencia al Estatut por parte del Tribunal Constitucional -el Estatut que, no lo olvidemos, fue recurrido por el Partido Popular-, descarrilaron la propuesta de federalización asimétrica y crearon un caldo de cultivo hacia la independencia, por afecto o por defecto. El president  Montilla alertó hace años de la necesidad de prevenir el choque ante la creciente desafección de Catalunya hacia España.
La manifestación del 10 de julio del 2010 con el lema "Som una nació. Nosaltres decidim" en protesta por la sentencia del Tribunal Constitucional al Estatuto de Autonomía del 2006, tuvo un marcado carácter de confrontación crispada. Esa misma manifestación se desarrolló impulsada al mismo tiempo por la voz de un grito, alto y claro, de esperanza en un futuro común. Fue un pulso, sin embargo,  que o nadie supo recoger o a nadie interesó compartir. CiU, hábilmente, ganó las elecciones en 2010 reclamando el pacto fiscal (casi muerto antes de nacer por la miopía partidaria de los dos gobiernos de Rajoy y Mas). Es decir, reclamó la vía vasca sin ruptura.
Pero en dos años, la crisis económica,  la debilidad y el descrédito de la política han ampliado la brecha del desencuentro y han radicalizado posturas. En este momento los liderazgos son más sociales que políticos.
La manifestación multitudinaria del 11 septiembre 2012, con el lema "Catalunya, nou Estat d'Europa", fue, en cambio, de afirmación sin enfado. El president Mas la interpretó cómo la ocasión para un plebiscito;  y contra todo pronóstico CiU perdió diputados a favor de ERC (de los 62 diputados que logró CiU en 2010 pasó a 50; ERC, de 10 escaños a 21; el PSC, de 28 a 20; Ciutadans, de 3 a 9 y la CUP entró en el Parlamento con 3 diputados).
Convergència flirteó por primera vez con la independencia y una parte de su electorado y del electorado del PSC votó a ERC, inclinándose a favor del discurso original. Veremos en el futuro próximo si ese voto fue prestado o no.
Y finalmente, desembocamos en un año de aceleración, de grave crisis económica y social con muchos temas sustantivos a liderar; con CiU perdida, con poca capacidad de gobierno, en manos de ERC y de la ANC (Assemblea Nacional de Catalunya), y de los municipios a favor de la independencia, que nos ha conducido a la víspera de un segundo 11 de septiembre marcado por la convocatoria de una cadena humana de 400 kilómetros para unir Catalunya, desde el Cap de Creus hasta Alcanar.
La Assemblea Nacional de Catalunya lidera la manifestación con el lema, "La Via Catalana: Cap a la Indepèndencia", ofuscando incluso a una mayoría parlamentaria (CiU, PSC, ERC, IC y CUP) y social (Pacto Nacional) que quiere convencer a España sobre la imperiosa necesidad de articular un referéndum al modo de los de Quebec o Escocia.
Las encuestas entorno al independentismo en Catalunya indican:
  • Centro d'Investigacions Sociològicas (CIS): a la pregunta concreta "usted estaría a favor de la independencia": Año 1996, 33,6%; año 2001, 35,9%.
  • El Instituto de Ciencias Políticas asociado a la Universidad Autónoma de Barcelona tiene estudios entorno a la independencia. Los favorables estaban entorno al 30% desde hacía muchos años. A partir de 2011 se introduce la pregunta "qué votarían en un referéndum": el 41,4%, a favor este año; el 2012, a favor un 45,6%.
  • El Centro d'Estudis Opinió pregunta desde el 2005 entorno a qué prefiere. Si comparamos el año 2005 con el año 2013: Estado independiente: del 13,6% a 47%; Estado federal: del 31,3% a 21,2%; Comunidad autónoma: del 40,8% a 21,2%; Región: del 7% al 4.6%. El resto, no sabe o no contesta.
Considero, pues, que es urgente aceptar que el independentismo es una opción para poder habilitar espacios de encuentro racionales y para poner encima de la mesa esta y sus alternativas.
Debería haber, de entrada, una propuesta del Gobierno de Mariano Rajoy para encontrar un nuevo modelo de financiación para Catalunya, imperativo por mandato estatutario a partir del 2014. Sin esto, la mayoría de catalanes ya no están dispuestos a escuchar nada más.
¿Hay alternativas a la independencia?
Dado que se ha instalado en Catalunya una mayoría política y social cercana al 80% que quiere ejercer el derecho a votar para escoger la nueva relación entre Catalunya y España, este es el primer paso para poder articular propuestas y comparar las ganancias y pérdidas de cada alternativa.
Hace tiempo, quizás equivocadamente, que pienso que el hecho de que ni el PSOE ni el PP (solamente Izquierda Unida) acepten hablar del referéndum, tal y como hizo el primer ministro David Cameron y el Gobierno británico, fomenta el independentismo y la imposibilidad de escuchar alternativas.
¿Qué alternativas?
Recentralización, continuar igual; Independencia o Federalismo en diferentes versiones. Las dos primeras son totalmente minoritarias en Catalunya.
Pere Navarro y el PSC han liderado una propuesta de reforma constitucional federal que intenta encajar la singularidad de Catalunya en una España federal. El PSOE, en el acuerdo de Granada, asume la necesidad de reforma federal y de algunos aspectos de singularidad financiera aceptando la ordinalidad y en algunos aspectos competenciales como la lengua o la justicia.
Pero en realidad, para una parte importante de los catalanes (incluso de votantes del PSC), esta propuesta, que es positiva, se ve como insuficiente y teórica. Al no aceptar la plurinacionalidad de España, y sin acuerdo en paralelo para habilitar la consulta, sabe a poco para Catalunya y quizás a demasiado para España.
¿Se puede y se debe profundizar en una propuesta federativa entre Catalunya y España?
Claro que sí. Este verano he vuelto a recuperar un seminario de los años 1997 y 1998 en los Cursos de Verano de la Universidad del País Vasco: Foralismo, Derechos Históricos y Democracia, Derechos Históricos y Constitucionalismo útil, conducido por Miguel Herrero de Miñón y Ernest Lluch y publicado por la Fundación BBV, durante el cual se debatió la necesidad de modificar la disposición adicional primera de la Constitución Española de 1978 (que reconoce los derechos forales del País Vasco y Navarra) para incorporar la singularidad, la demanda y justa petición de bilateralidad de Catalunya. No solamente para la financiación y los derechos históricos sino a favor de una voluntad de "ser". Fueron especialmente interesante las aportaciones de Joan Rigol y Juan-José López Burniol.
Es evidente que en el plano teórico, la independencia y una relación federal asociativa, son alternativas. La pregunta es: ¿quién las lidera?
Una parte de la sociedad más activa en Catalunya lidera el independentismo, emocional o racional. El PSC busca apoyos en España para una vía federal. Pero en España, ¿quién interpreta la situación y crea espacios de encuentro y grupos sólidos para poner cerebro en las diferentes propuestas?
El PSOE ha abierto tímida y solitariamente un camino de reforma constitucional. ¿El PP piensa que es un sarampión y que bajará el soufflé?
¿Y la Academia, y los empresarios, y los intelectuales?
Defiendo, igual que hacía Pasqual Maragall, no exento de riesgos y críticas, que lo peor que podemos hacer es dedicarnos exclusivamente a lo social y dejar los temas nacionales para los nacionalistas catalanes o españoles. Lo uno y lo otro, el presente y el futuro, la racionalidad y las emociones, son caras de la misma moneda.
Es evidente que el PSC es el partido al que más afecta lo ocurrido en Catalunya durante los últimos diez años (en las elecciones Autonómicas del 1999, con Pascual Maragall de candidato, el PSC obtuvo 1.183.299 votos; superó en votos a CiU y obtuvo 50 diputados que representaron el 37,85% de los electores; en las últimas elecciones autonómicas del 2012 el PSC recogió 524.707 votos, un 14,43% y 20 escaños).
En este mismo momento, sin embargo, es a CiU a quién le afecta en mayor medida. El pacto con ERC en el Gobierno del presidente Maragall y Montilla tensionó a las bases y dirigentes diversos del PSC, lo que impidió visualizar el trabajo hecho (¡esto el tiempo lo cura!). Ahora mismo, la creciente bipolarización que favorece a ERC, CUP y a Ciutadans vuelve a tensionarnos. Sería a mi juicio un error  renunciar a la histórica pluralidad interna y externa del PSC ya que somos, aunque más limitados, la garantía de la construcción de puentes entre partes, entre clases sociales. También de puentes con España para encontrar una salida civilizada, la que sea, pero con la menor fractura posible.
La histórica Via Catalana del diálogo debe encontrarse de nuevo pero es también España la que debe adelantarse y establecer puntos de encuentro para analizar el futuro, sin apriorismos. Si para dejar atrás la dictadura franquista la sociedad y la política se pusieron de acuerdo, ahora debería ser más fácil.
Las leyes son posteriores a la política, como recuerda el constitucionalista Rubio Llorente.
Encuentros entre España y Catalunya para construir las alternativas.

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