España y la disyuntiva catalana


Quiere Catalunya la independencia? No creo que nadie sepa la respuesta. Sin embargo, lo cierto es que la insatisfacción crece en Catalunya. Dos elementos, uno estructural y otro coyuntural, están sometiendo a mucha presión las costuras del actual encaje de nuestro país en el Estado español. El primero es la siempre dificultosa relación con la lógica centralista, antes poco disimulada y ahora abiertamente uniformizadora, de los poderes fácticos que operan en España. Y, cómo no, la crisis económica, que en el plano de la coyuntura ha abierto una especie de guerra por los escasos recursos económicos y financieros en la que Catalunya tiene todas las de perder de mantenerse el actual modelo de relación fiscal con España. Un sistema que permite la sangrienta paradoja de obligar a Catalunya a acogerse a una suerte de plan de rescate a la española mientras genera 16.000 millones de euros al año en impuestos que el Gobierno de España gestiona directamente.
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Información publicada en lapágina 8 de la sección deOpinión de la edición impresa del día 04 de septiembre de 2012VER ARCHIVO (.PDF)
En paralelo, los ciudadanos de Catalunya sufrimos el rigor de unos recortes económicos que están produciendo un empobrecimiento generalizado y que afectan principalmente a las capas populares y a las personas en situación más vulnerable. Asistimos en este país al acompasamiento entre las reformas ideológicas que pretenden debilitar la solidez de nuestro modelo de Estado del bienestar, de derechos sociales y laborales, y aquellas reformas condicionadas por la falta de recursos económicos que puedan sostener el estándar de servicios públicos que habíamos alcanzado. Sin que los partidos que las impulsan quieran dejar demasiado bien definida la línea que separa la ideología de la estrechez presupuestaria.
El caso es que los ciudadanos de Catalunya estamos sufriendo las consecuencias de un reparto de los recursos en el Estado español que objetivamente penaliza nuestras posibilidades de reactivación económica, impide a nuestro tejido empresarial asumir los retos de la economía y dificulta el sostenimiento de las coberturas sociales. A la vez, esta situación de callejón sin salida financiero se ha erigido en la principal excusa para impulsar la modificación a la baja de las cotas de derechos y bienestar que tras décadas de lucha y esfuerzo habíamos conseguido.
Este Onze de Setembre será, pues, la expresión de todo este malestar. Por un lado, la insatisfacción ante una España que en manos del discurso más rancio y centralizador del PP ha optado por la vía de la involución autonómica, el desprecio y el ataque a uno de sus principales motores económicos, como es Catalunya. Por otra parte, la traducción de este ahogamiento en medidas que afectan duramente a la vida de las personas.
Estos factores están haciendo crecer la brecha emocional y debilitanlos vínculos de todo tipo que nos unían al resto del Estado. Curiosamente, no se dan cuenta los patrocinadores de la unidad de España de que esta brecha que antes se nutría de elementos fundamentalmente étnicos y culturales ahora está adoptando un perfil nítidamente económico y funcional. Y esto está haciendo romper las propias fronteras sociológicas e ideológicas del independentismo para lograr más transversalidad.
Es fundamental que la negociación del Govern con el Gobierno sobre el nuevo pacto fiscal para Catalunya tenga éxito. Es necesario el acuerdo sobre una nueva relación fiscal en la línea del concierto económico para el siglo XXI que hemos planteado desde UGT. Un concierto fiscal que nazca del pacto por los derechos de ciudadanía y no del ejercicio de los privilegios de las élites acomodadas.
El Estado debe entender que es momento de permitir que Catalunya, a través de una hacienda propia e integral, pueda convertirse en el recaudador, inspector y liquidador de todos los impuestos que pagamos los catalanes. Un acuerdo que reequilibre la necesaria solidaridad interterritorial para asegurar que Catalunya dispone de los recursos propios suficientes para ponerlos a disposición del crecimiento económico, la creación de empleo y la sostenibilidad financiera de nuestro marco de competencias, especialmente en materia sanitaria, educativa y social. Un nuevo modelo que nos permitiría afrontar esta crisis con cifras más bajas de paro, porque nuestro sistema productivo disfrutaría también de los recursos necesarios para sostener la economía. Un nuevo modelo que, bien gestionado, configuraría un país próspero económicamente y avanzado socialmente.
Si este acuerdo entre los gobiernos de Catalunya y España no fuera viable, las consecuencias serán imprevisibles para todos, porque la insatisfacción nacional crece, la fractura social ya es algo más que el fantasma de una amenaza y la desazón para encontrar una salida a la crisis se convertirá en un potente catalizador de conciencias que propiciará un contexto en el que cada vez más catalanes exigirán poder decidir democráticamente cuál debe ser el vínculo con España. Y, sin duda, será el Estado, por su falta de visión, de sensibilidad territorial de equidad con Catalunya, quien nos habrá puesto a los pies de esta disyuntiva.
Secretario general de UGT de Catalunya.
fuentes http://www.elperiodico.com

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