España debe liderar una solución a la crisis catalana

Alain-G.Gagnon nació en 1954 en Quebec y estudiando esta comunidad canadiense ha forjado su carrera. Este profesor de Ciencia Política en la Universidad de Quebec en Montreal (UQAM) ha basado sus investigaciones en los procesos de reconocimiento de naciones sin Estado y las diferentes formas de articular el nacionalismo. Es un experto en los referéndums que el Quebec celebró en 1980 y 1995, pero también conoce Cataluña: es ganador del premio Josep Maria Vilaseca i Marcet, con el que el Instituto de Estudios Autonómicas premia los estudios sobre autonomía política y federalismo. Sigue de cerca el proceso soberanista e incluso chapurrea el catalán. Estará hoy en Barcelona participando en unas jornadas sobre procesos de independencia organizada por la UB.
Pregunta. ¿Qué diferencias aprecia entre el proceso catalán y el vivido en Quebec?
Respuesta. La gran diferencia es que el Gobierno canadiense permitió organizar dos referéndums, sin paralizar el proceso. Hubo tensión, pero también diálogo. Nunca se cuestionó el derecho del Quebec a consultar a su población. Aquí se aprecia un bloqueo del Gobierno central, y esto no propicia un buen sentimiento hacia el Estado. Los sondeos indican cómo se radicalizan las posiciones, y así seguirá porque el Gobierno no parece dispuesto a negociar. Incluso los movimientos que abogan por una moderación, que podrían ser positivos, no tienen apoyo de Madrid. Necesitan alguna señal del Estado, que demuestre que las reformas son posibles y los puentes no están rotos. Pero tengo la impresión que no hay comunicación.
En una democracia avanzada, lo normal sería permitir el referéndum”
P. ¿El Gobierno español debería permitir el referéndum y defender el 'no'?
R. En una democracia avanzada, eso sería lo normal. Pero cuando miro a España veo una democracia joven que está encontrando vías de desarrollo. Desafortunadamente, el desarrollo del Estado de las Autonomías no se ha fundamentado en la confianza. Y eso es clave. En Canadá hablamos de moral constitucional, y tener moral constitucional sería transformar las relaciones con las autonomías. Eso estaba pasando con el Estatut de 2006, pero se perdió porque un partido [el PP] que se enfrentó a ello. España había llevado bien el proceso: actuó de manera madura, fue accesible y abrió la menta para acomodar las reclamaciones catalanas. Las reclamaciones son legítimas, los catalanes quieren una nueva relación para defender mejor a sus ciudadanos. Construir una nueva España, abierta a la diversidad, disminuiría las reclamaciones nacionales. Es el gran desafío, pero es muy difícil.
P. Es la idea del federalismo multinacional que ha estudiado.
Una España diversa reduciría las reclamaciones nacionales”
R. Es la dirección hacia la que hay que moverse. Pero creo que los catalanes han dado valor democrático a sus reclamaciones conformando su proceso siempre dentro del marco jurídico existente. Es una posición muy inteligente, pensar en una nueva relación con España siempre construida dentro de las instituciones que existen, con la reclamación del derecho a decidir. Pero no hay respuesta del Gobierno, es un diálogo de sordos, nadie escucha a nadie y eso lleva a la radicalización de los discursos. Madrid debe extender la mano para negociar una reforma constitucional u otra forma de relacionarse, y esto falta en el actual proceso. Es una situación desesperante. España está llevando Cataluña a la radicalización. Pero al mismo tiempo el mundo está mirando, y cuanto más tiempo pase los catalanes irán ganando legitimidad y más simpatías entre otros Estados. España tendría que intentar liderar una solución a esta crisis, pero niegan el proceso. Y haciéndolo, solo hacen que añadir legitimidad a la causa catalana.
P. ¿Afecta a esa legitimidad que el Gobierno catalán negocie con una fecha sobre la mesa?
R. Quizás no es la mejor manera, pero da una sensación de urgencia. Y la hay. Las posiciones se están tensionando, y ello empuja al Estado a tener que moverse en un período de tiempo razonable. ¿Cuánto tiempo se pueden permitir esta situación? El PP cree que puede ganar más popularidad en otras zonas de España y asegurarse la reelección de Mariano Rajoy desestimando cualquier petición de las regiones. También están los barones territoriales, que se benefician del statu quo. Es muy frustrante.
Negando el proceso, el Estado añade legitimidad a la causa catalana”
P. ¿La vía de la consulta ilegal o el plebiscito sería una salida?
R. No estoy seguro, pero quizás la imposibilidad de obtener permiso del Gobierno acabe desembocando en esto. Las consultas organizadas por la sociedad civil fueron una prueba. Unas elecciones nacionales convertidas en plebiscito no funcionan porque hay muchas razones diferentes para votar por los partidos. Ahora estamos en un impass y el único que puede dar salida es el Estado. En la medida en que no rompe esta situación, sino que sigue paralizado, afecta a su imagen internacional. La gente no se tomará España en serio, como un Estado democrático real. Este es un tema democrático, se trata de saber si España es una democracia avanzada o está en proceso de serlo. España todavía tiene mucho que demostrar al mundo.
P. ¿Cree entonces que, antes o después, el Gobierno aprobará el referéndum?
R. Hay el precedente del plan Ibarretxe en el País Vasco. Pero ahora hay algo más: en Cataluña, preguntar a la gente por su futuro es una posición moderada. Quizás se puede ir más allá en el modelo de relación entre autonomías, hacia el federalismo multinacional. La gente querrá a una España ganadora en el mundo, mirando hacia arriba. Si España quiere ser un líder democrático mundial, debe permitir a las comunidades consultar a sus ciudadanos, basándose en la confianza y en el respeto. Y con el resultado tienen la obligación de negociar algo razonable para los dos partes. Esto quiere decir que ni Cataluña debe tener lo que quiera ni España, sino que hay que encontrar una vía intermedia. Si la gente fuera preguntada por una opción razonable tendríamos que ver la respuesta. No es lo mismo salir a la calle que votar. Pero la situación actual se tiene que romper de alguna manera.
P. ¿Estamos ante la disyuntiva de una nueva relación con España o una ruptura?
R. Estamos viviendo en España un proceso de recentralización hacia Madrid y de simetría entre comunidades, y ello anima a los catalanes a quererse quedar fuera de este proceso y a imaginar un Estado de las autonomías diferente. Lo que me sorprende es que las naciones históricas no se apoyen para caminar juntas.

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